Atentado
Por Marito Sosa
Tres fanáticos religiosos musulmanes ingresaron al país con el fin de perpetrar un atentado terrorista. Al salir del aeropuerto de Ezeiza, y, mientras intentaban conseguir un taxi, uno de esos chicos “abre puertas” le arrebató la valija a uno de ellos, valija dentro de la cual se encontraba: Un mapa, el dinero para su estadía en la Argentina, toda su documentación, y algo de ropa.
A pesar de este “atentado”, sufrido apenas unos minutos después de pisar nuestro suelo, ellos decidieron continuar con su macabro y siniestro plan, plan que consistía, lisa y llanamente, en destrozar nuestro monumento nacional más céntrico: o sea que, su única intención y el único propósito de su visita al país era para hacer volar nuestro obelisco por los cielos.
Una vez conseguido un taxi, y ya arriba ya de este, le pidieron al chofer del mismo que los lleve hasta dicho monumento nacional, pero este porteño de inmediato se avispó que aquellos hombres eran extranjeros por lo que decidió tomar el camino más largo para asi poder sacarles más dinero.
Aquel taxista literalmente agarró para el lado opuesto del que debería haber tomado, y se encargó de que el viaje sea lo más largo y lento posible.
Cuando ya se encontraban rodando por la avenida General Paz, a eso de las dos de la mañana y en dirección al sur, llegaron finalmente a Puente La Noria, lugar en el que, tan imprevista como inevitablemente, los interceptó un operativo policial.
La policía, muy lejos de saber o de imaginarse quiénes eran aquellos tipos, y mucho más lejos aún de poder conocer su verdadero y tenebroso propósito, le exigió a aquél taxista toda la documentación que uno se pueda imaginar: registro, cédula verde, VTV, oblea del gas, patente, seguro, habilitación y hasta los pasaportes de aquellos tres misteriosos pasajeros, pasaportes que, junto con la demás documentación y a otras cosas que dentro la valija robada se encontraban, se hallaban para ese entonces en manos de aquel pibe chorro disfrazado de “abre puertas”.
La policía, quien solo buscaba una sola cosa y quien no se preocupó por absolutamente nada más, y en un acto de asombrosa piedad, y luego de casi seis horas de demora en La Noria, y de cincuenta dólares de por medio, dejó en conclusión seguir su camino al taxi y a sus pasajeros, a quienes sólo les quedaban la valija bomba, la valija detonador, y cincuenta dólares más.
Un poco antes de llegar al Cruce de Lomas, nuevamente tuvieron que detener el auto, esta vez no era la policía quien impedía que pudieran continuar su camino, era nada más y nada menos que un corte de ruta hecho por desocupados piqueteros del barrio de Fiorito que, tras obligar a todos a bajar del taxi de inmediato, y mientras quemaban cubiertas de once catorce, y al ritmo de “Laura se te ve la tanga”, se turnaban para empernarse a los musulmanes y al taxista también.
Los terroristas, tan desorbitados como azorados, comenzaron a correr más rápido que Usain Bolt en celo y con doping positivo en la misma dirección en la que el taxi los traía viajando desde un buen tiempo atrás y de varios kilómetros recorridos sin sentido, algo que ellos desconocían por completo asi como también para donde debían encaminarse para llegar a su destino.
Llegaron finalmente, todavía en estado de pánico y agotados al cruce de Lomas, y fue entonces que decidieron tomar un colectivo que los pudiera llevar hasta su destino, está de más creo yo, que aclare que no existe ningún colectivo de ninguna línea, que tenga como principio de su recorrido al Cruce de Lomas y que este recorrido finalice en el obelisco.
Entonces, y sin preguntar nada a nadie, fue que se terminaron tomando el colectivo que les pareció mejor.
Ya arriba de este micro, (una costera que llegaba de la localidad de Morón y que se dirigía a la ciudad de La Plata para terminar su recorrido), se animaron a preguntarle a un pasajero en donde carajo estaban y cómo debían hacer para llegar hasta el obelisco.
Este guacho les dijo que ese colectivo los dejaba a unas cuadras del lugar a donde querían llegar, así que, sin dudarlo, los terroristas viajaron con cierta tranquilidad, (algo que hasta ese momento no habían encontrado ciertamente), y hasta lograron descansar un poco durante este viaje, viaje que, luego de casi cuatro horas de asfalto en mal estado, ruidos molestos y olores nauseabundos, terminó definitivamente en la ciudad las diagonales: la hermosa ciudad de La Plata.
Ya en esta ciudad, los extremistas volvieron a preguntar cómo debían hacer para llegar a destino, y fue entonces que, un alma caritativa les indicó que lo más conveniente era tomar un taxi, así que, sin parpadear siquiera, eso hicieron.
Otra vez arriba de un taxi se encaminaron decididamente hacia el obelisco, el chofer del mismo, un poco menos turro que el del taxi anterior, los llevó hasta el obelisco directamente y sin parada ni demora alguna, pero al llegar les cobró 48 dólares por dicho viaje.
Bajaron los tres más que exhaustos y bastante hambrientos de aquel coche, luego de más de tres horas de viaje y con tan sólo 2 dólares en sus bolsillos, y decidieron entrar a comer a un Mc Donalds que por esa la zona funcionaba.
Los religiosos, y luego de comerse tres Mc Pollo al hilo y casi sin respirar, terminaron en el hospital Churruca con una indigestión galopante de Mc Pollo en mal estado.
La enfermera que los cuidaba, ni lerda ni perezosa, se robó la segunda de las valijas que estos tipos traían, valija que era la que debería funcionar como detonadora de la bomba que la tercera valija contenía en su interior.
Al despertar unas semanas más tarde, y luego de varios lavajes de estómago, enemas y supositorios de tamaño familiar que dicha enfermera ordenó para cada uno de ellos, se dieron cuenta de que aquella valija ya no estaba con ellos y que sólo les quedaba la valija bomba,
Dicho artefacto explosivo, sólo detonaría si era tirado desde un lugar lo suficientemente alto, entonces fue que caminaron lentamente, (nauseabundos todavía por la gran intoxicación de comidas rápidas y languideciendo por la violenta internación recibida), hasta el dichoso y ambicionado obelisco.
Una vez allí, y utilizando unos andamios que en rededor del monumento se hallaban, los terroristas treparon con decisión y en un último esfuerzo hasta la punta de este monumento nacional, con el propósito de lanzar su poderosa y camuflada bomba desde lo más alto.
Mientras estos terroristas estaban subiendo rápidamente por aquellas pesadas tarimas sostenidas únicamente por gruesos caños de hierro, fue que comenzó a aparecer un gran pelotón de gente con velas en sus manos, gente que, a paso lento y ordenado se iba acercando a dicho obelisco, obelisco al cual ya se encontraban trepados y muy alto los extremistas.
Se trataba nada más y nada menos que de una manifestación de Blumberg, manifestación que se realizaba cada noche para pedir justicia por los salvajes actos realizados por impiadosos delincuentes, delincuentes solo comparables con temibles terroristas.
Al verlos, Blumberg creyó que estos tres hombres eran secuestradores asi que, sin dudarlo y al grito de “A ellos”, toda la multitud comenzó a sacudir los andamios hasta que finalmente los tres extremistas religiosos cayeron desde casi setenta metros de altura hasta estrellarse fuertemente contra el duro piso.
La bomba increíblemente no explotó, pero los musulmanes se quebraron hasta las pestañas en esta tremenda caída y hasta las uñas en la garroteada de unas diez mil personas que allí esa noche acudieron.
Otra vez al Churruca de urgencia, hospital del cual salieron en sólo siete meses de terapia intensiva, y otros cuatro meses más de rehabilitación, al salir, los tres se subieron a un avión, se volvieron a su país, y juraron por todo el Islam no volver a pisar suelo argentino.
en la caída y hasta las uñas en la garroteada de unas 10 mil personas. Otra vez al Churruca, del cual salieron en sólo tres meses de terapia intensiva, se subieron a un avión, se volvieron a su país, y juraron por todo el Islam no volver a pisar suelo argentino.